Además de las vacaciones y la playa, otra cosa muy típica del verano son las bodas. La mayoría de los que deciden darse el sí quiero, eligen las fechas estivales con la esperanza de que en la celebración les acompañe el buen tiempo y así suele ser. Antes las parejas se casaba en la ciudad o el pueblo de origen de la novia, pero eso ha ido cambiando.
Ahora uno puede casarse en donde quiera, la ceremonia puede ser religiosa o civil y el estilo de la celebración lo hay para elegir de todos los gustos. Últimamente mucha gente de toda España está eligiendo Galicia como lugar para casarse, un clima suave, un bonito paisaje y una mejor comida hace que muchos se decidan para la celebración de su boda por lugares como Pazo do Tambre.
Pazo es el nombre que damos en gallego a los palacios, muchos pazos antiguos gallegos han sido restaurados y reconvertidos en establecimientos de hostelería últimamente y buena parte de ellos se destinan a la celebración de bodas y eventos. Suelen tener un bonito edificio de piedra rodeado de un gran jardín en el que se pueden servir los aperitivos y que en ocasiones incluye una carpa.
En concreto el Pazo do Tambre tiene un poco de todo, porque sus alrededores llegan a la desembocadura del río Tambre en el océano Atlántico, así que tiene campo y árboles, pero también agua y mar. Así que por la riqueza de su entorno permite la celebración de una boda prácticamente personalizada en la que se puede elegir todo lo relacionado con la ceremonia y el banquete, hasta el más mínimo detalle.
Últimamente con la globalización las bodas europeas se están americanizando, o al menos eso parece cuando vemos las fotos de las celebraciones de cada fin de semana. Arcos de flores, ceremonias en exteriores al atardecer, sillas vestidas de blanco, con grandes lazos y en el campo... Es cierto que el que muchas bodas hoy en día sean civiles favorece la celebración de este tipo de ceremonias y al fin y al cabo es una cuestión de gustos.
Hay que recordar que uno en la vida solo se casa una vez, bueno, dos o tres como mucho... vale, podrían ser ocho las bodas, pero en realidad eso solo sucede cuando eres Elizabeth Taylor. El caso es que independientemente del número, el día de la boda de uno es un día especial y por eso no hay que dejarse ningún capricho en el tintero. No vaya a ser que al final sea nuestra única boda y se nos quede algún antojo sin cumplir.
Y nos faltaba hablar de la comida, como ya habréis imaginado siendo una boda en la costa gallega, en la zona de Outes para ser exactos, sí, donde están las cabañitas que os enseñé el otro día; la comida debe ser excepciónal. Podemos elegir un menú que combine la cocina tradicional gallega y los mariscos de la ría, con algo de nouvelle cuisine y platos de diseño.
Yo creo que después de haber visto estas fotos al que más y al que menos le están ya dando ganas de dar el gran paso o algo. Aunque solo sea por disfrutar del paisaje y la comida de un lugar tan maravilloso como este, merece la pena, si no casarse, convencer a algún colega que esté más por la labor para que lo haga. Y los forever singles algo tendrán que hacer, van a tener que inventarse algún aniversario single... o algún otro evento especial que les sirva de excusa para una fiesta como esta.
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