Por negocios o por placer... en Amsterdam el Gran hotel Krasnapolsky es una opción perfecta
Estamos en pleno verano tiempo de viajes y de planificar vacaciones, Amsterdam es uno de los destinos elegidos por muchos para disfrutar y conocer y allí hay un montón de hoteles ideales. Por ejemplo, ubicado en la plaza Dam, con vistas al Palacio Real, está el Gran hotel Krasnapolsky que se encuentra entre los edificios más emblemáticos de la ciudad.
Adolph Wilhelm Krasnapolsky fue el primer propietario de este hotel que lleva su nombre. Él redefinió la experiencia de hotel de lujo fijando los mínimos de alojamiento correcto y convirtiendo el Gran Hotel Krasnapolsky en sinónimo del lujo sin ostentación. De modo que este es un lugar perfecto para quedares tanto si viajamos por placer como si lo hacemos durante la temporada de trabajo por negocios.
Tras numerosas ampliaciones y reformas a lo largo de sus 150 años, el hotel ocupa actualmente un total de ocho edificios. Como ya os podéis imaginar en todo ese tiempo ha pasado por un montón de estilos y ha ido integrando detalles característicos de cada época hasta convertirse en lo que es hoy en día.
En la última reforma se tomaron como referencia las características fachadas de ladrillo oscuro que imperan por la ciudad de Amsterdam, la pintura costumbrista de Vermeer o el “Rojo Krasnapolsky” y el aire art-decó. Estos son los elementos clave punto de partida para forjar la personalidad del hotel al completo.
En el hotel hay dos tipos de habitaciones y una suite presidencial. Las de un tipo tienen la cama central y distribución en isla y las del otro tipo tienen un cabecero en forma de biombo abierto que recuerda a las grandes ventanas de los almacenes de la ciudad de Ámsterdam. Todas ellas están decoradas con muy buen gusto.
En todo el hotel a nuestro alrededor podemos observar un entorno de alta calidad y confort con un lenguaje contemporáneo. Los colores y proporciones trasladan al interior del hotel esa atmósfera tan característica que tiene la ciudad de Ámsterdam.
A través de la combinación de colores neutros, entre los que predomina la madera beige y la piedra caliza, y de la madera negra combinada con el rojo Krasnapolsky en sus distintos matices; se genera un juego de contrastes muy elegante en la decoración, tanto de las habitaciones, como de los espacios comunes del hotel.
La propia memoria del edificio es contada a través de fotografías históricas y la cerámica de Delf utilizadas en las puertas de las habitaciones, diseñadas por el equipo de Ramón Esteve Estudio.
En muchos de los espacios comunes se utilizan para la decoración fotografías actuales de Hendrik Kerstens en cuyo trabajo reinterpreta la pintura flamenca del siglo XVII. Las fotografías se disponen en los falsos techos a modo de cúpulas decoradas y retroiluminadas, buscando que un elemento de origen clásico.
Otro detalle curioso es que el acceso al hotel se hace a través de una caja de vidrio con doble puerta mecanizada amparada por una marquesina de color negro.
La luz natural tiene también un gran protagonismo en el conjunto del hotel, es por ello que en la última reforma se han hecho nuevos huecos o se han hecho más transparentes otros existentes. Además, la iluminación artificial está principalmente integrada en la arquitectura acompañada por un conjunto de lámparas geométricas que aportan luz ambiental.
Céntrico, muy bien decorado y con unas vistas de la ciudad excelentes, cumple muchos de los requisitos que la mayoría de nosotros buscamos en un hotel.
Más información | Ramón Esteve
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