El verano es la época perfecta para viajar y aceptar esas invitaciones a pasar días con amigos. Esto, que puede sonar la mar de atractivo para quien se encuentra en la piel del invitado, puede volverse una pesadilla para el anfitrión y hacer que desee no haberse lanzado tan a la ligera el día que decidió ofrecer su casa. Y es que hay invitados que, por muy queridos que sean, es mejor tener lejos cuando de vivir bajo el mismo techo se trata. Especialmente cuando ese techo es el propio.
Está claro que alojarse en casa de amigos, sobre todo si son de los que no vemos a menudo, es un plan que suena mucho más atractivo que alojarse en un hotel, por no mencionar el ahorro que esto supone. No obstante, es importante tener en cuenta que la convivencia diaria es complicada. Si queremos que nuestra relación no sufra un ápice y que nos vuelvan a invitar de nuevo, aquí van una serie de recomendaciones sobre cómo convertirse en el invitado perfecto.
1. Sorprende con un detalle
Puede parecer lógico, y seguro que muchos lo hacéis, pero también hay otros tantos que se presentan con las manos vacías allá donde van y a ellos va dirigida esta recomendación. Sin necesidad de tirar la casa por la ventana, pero sin pecar de tacaños pues, al fin y al cabo, nos estamos ahorrando una buena cantidad de dinero. Lejos de parecer un consejo materialista, obsequiar a nuestros anfitriones con un detalle a nuestra llegada es un gesto precioso. Y ya no digamos si encima nos lo hemos trabajado, pensado en ¿qué les gustará? y nos hemos desviado un poco de nuestro camino para que ese regalo sea algo especial.
2. Pregunta por las "normas" de la casa
Si nunca nos hemos alojado en casa de nuestros amigos, familiarizarnos con el entorno y sus costumbres nos puede evitar roces. Puede que nuestros amigos les guste andar descalzos para no ensuciar la moqueta, que guarden las chaquetas, bolsos, etc. en sus armarios nada más llegar a casa, que detesten ver periódicos y revistas por el suelo o que nunca se acueste sin dejar la cocina recogida. O puede que ocurra todo lo contrario. Ser observadores, preguntar y adaptarnos a sus hábitos nos ahorrará tiranteces y malos rollos.
3. Trae tus cosas y contribuye con los gastos
La casa de nuestros amigos no es un hotel en el que nos encontramos las camas hechas, las toallas limpias y todo tipo de productos de baño a nuestra disposición, así que mejor que llevemos nuestras cosas. Si les ahorramos a nuestros anfitriones tener que cambiar, lavar y planchar sábanas y toallas, mejor que mejor. Aunque siempre podemos preguntar antes de viajar, claro. Lleva también esos caprichos de comida y bebida a los que estás acostumbrado y contribuye con los gastos. Siempre puedes acercarte al supermercado y hacer la compra. Así, no sólo contribuirás económicamente, sino que quitarás de encima una tarea a tus anfitriones, ahorrándoles tiempo y trabajo.
4. Colabora y deja todo mejor de lo que lo encontraste
Puede que lo del orden y la limpieza no sean lo tuyo, pero en casa ajena este aspecto no se puede descuidar. Especialmente al final de tu estancia, procura dejar todo impecable. Que no se note que has pasado por allí. Si has usado sus sábanas y toallas, asegúrate de dejarlas todas en un mismo sitio para que sea más fácil para los anfitriones ponerlas en la lavadora (en caso de no poder hacerlo tu mismo). Limpia tu habitación y coloca todo en su lugar original.
5. Es de bien nacidos ser agradecidos
Además de dar las gracias (cosa que viene de serie), una despedida con "gracia" y "finura" es pura elegancia y siempre bienvenida. Ya sea dejando una breve nota de agradecimiento, comprando algo que has observado que falta en la casa, que está roto y necesita reposición o, simplemente, con un ramo de flores. Y, por supuesto, reciproca e invita a tus anfitriones a visitarte en un futuro. Si tienes espacio en tu casa, claro.
Imágenes | William Brawley, Takashi Ota, Peapod labs, Corey's World en Flickr
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